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Low-Code y “Citizen Developers” – Democratizando la automatización en la empresa

A medida que avanza 2022, se está produciendo un cambio significativo en cómo se desarrollan e implementan soluciones tecnológicas dentro de las organizaciones: la democratización de la automatización. En este contexto, dos términos claves suenan cada vez más: Low-Code/No-Code y Citizen Developers (desarrolladores ciudadanos). La idea central es empoderar a los usuarios de negocio –analistas, líderes de área, personal no técnico– para que puedan crear por sí mismos aplicaciones y automatizaciones ligeras, sin depender totalmente del departamento de TI. Esto responde tanto a la escasez de desarrolladores profesionales como a la necesidad de velocidad y flexibilidad en la transformación digital. Para las empresas medianas en particular, formar “desarrolladores ciudadanos” internos apoyados en plataformas low-code se está convirtiendo en una estrategia efectiva para acelerar la innovación en procesos y minimizar cuellos de botella de TI.

¿Qué es exactamente una plataforma low-code? Es una herramienta de desarrollo de software que permite construir aplicaciones mediante interfaces gráficas y componentes predefinidos, escribiendo poco o nada de código manualmente. Por ejemplo, en vez de programar desde cero la integración con una base de datos, uno arrastra un bloque que representa esa conexión; para diseñar una pantalla, coloca botones y campos visualmente; para la lógica, utiliza reglas tipo flujo de trabajo o fórmulas sencillas. Esto hace posible que personas sin background en programación puedan ensamblar soluciones funcionales – desde una simple app de registro de visitas, hasta un flujo de aprobación interno o un reporte interactivo – con una curva de aprendizaje menor. El movimiento no-code lleva esto al extremo ofreciendo aún más abstracción (todo clic y configuración). La clave es que reduce drásticamente el tiempo necesario para pasar de la idea a algo utilizable. En 2022 estas plataformas han madurado en prestaciones y proliferan en el mercado: Microsoft Power Apps, Google AppSheet, Zoho Creator, Mendix, Outsystems, entre otras, compiten ofreciendo entornos donde prácticamente cualquier empleado motivado puede crear su propia pequeña aplicación de negocios.

Un desarrollador ciudadano, por su parte, es ese empleado de área (no es parte del equipo de TI) que aprovecha estas herramientas para crear aplicaciones o automatizaciones para su propio uso o el de su equipo​. Por ejemplo, imagina un analista de logística que con una herramienta low-code construye un tablero que consolida en tiempo real la información de envíos retrasados y automáticamente envía alertas a los supervisores cuando algún envío supera cierto umbral de demora. Antes, tendría que solicitar a TI un desarrollo o vivir exportando datos a Excel manualmente; ahora él mismo pudo “programar” esa solución a la medida de su necesidad. Este fenómeno está ganando tracción: un estudio de Gartner reveló que 41% de las empresas ya tienen iniciativas de desarrollo ciudadano, y otro 20% planea iniciarlas pronto​. Es decir, en más de la mitad de organizaciones a nivel global se está dando cabida a que empleados fuera de TI creen aplicaciones. Esto marca un cambio cultural importante: TI pasa de ser el único productor de software a un rol más de facilitador y guardián (asegurando buenas prácticas, seguridad, integridad), mientras las unidades de negocio se vuelven más autónomas para resolver sus retos cotidianos con tecnología.

En Colombia, aunque el concepto de “citizen developer” es relativamente nuevo, ya vemos ejemplos tangibles. Varias empresas han capacitado a personal de distintas áreas en herramientas como Power Platform de Microsoft, lo que les ha permitido por ejemplo automatizar con Power Automate pequeños flujos (enviar un correo de bienvenida cuando se firma un contrato, mover datos de una hoja de cálculo a un sistema, etc.) o crear aplicaciones internas simples (un registro de visitas, un control de inventario básico en bodegas remotas) sin esperar semanas a que TI tenga disponibilidad. Los beneficios inmediatos incluyen: liberación de la sobrecarga en el departamento de sistemas para proyectos pequeños, mayor sensación de propiedad del personal sobre las soluciones (ellos mismos las construyeron a su medida) y muchísima agilidad para iterar – si la aplicación necesita un cambio, el mismo usuario-desarollador lo hace en minutos. Además, esta participación activa rompe la clásica brecha de comunicación entre negocio y tecnología: al ser la misma persona, las soluciones tienden a estar mucho más alineadas con la necesidad real.

Por supuesto, también surgen retos y consideraciones. No se trata de que todo el mundo programe lo que quiera sin control, ya que podría llevar a caos, problemas de seguridad o herramientas duplicadas. Las organizaciones más exitosas en esta tendencia establecen políticas y soporte para desarrolladores ciudadanos. Por ejemplo, definen qué plataformas low-code están aprobadas y soportadas por TI, ofrecen entrenamiento y templates para acelerar la curva de aprendizaje, y establecen un sistema de gobierno donde los desarrollos ciudadanos más críticos se documentan y pasan una revisión básica de TI (sobre todo en temas de integridad de datos o integraciones sensibles). Gartner predice que para 2024, el 80% de las empresas tendrán políticas formales para citizen developers​, lo cual concuerda con la necesidad de darle un cauce organizado a este movimiento. En esencia, es como habilitar a más gente para que contribuya al crecimiento digital, pero manteniendo una orquesta afinada y no una cacofonía de aplicaciones dispares.

Otro punto relevante es cómo encaja esto con proveedores de software existentes: muchos están adaptando sus productos para ser “low-code friendly”. Por ejemplo, suites de BPM y RPA ahora ofrecen interfaces low-code para que cualquier usuario pueda diseñar un flujo automatizado sencillo. Incluso en inteligencia de negocios, la analítica aumentadamencionada antes busca que usuarios comunes puedan generar análisis complejos haciendo preguntas en lenguaje natural o arrastrando campos, sin escribir consultas SQL. Todo apunta a la democratización de la tecnología: la tecnología al servicio de las personas y no solo en manos de expertos. Para las empresas medianas, esto es una gran oportunidad de acelerar su transformación digital con los recursos humanos que ya tienen. Aquellos empleados que conocen bien un proceso y tienen vena tecnológica pueden convertirse en agentes de cambio internos, construyendo las pequeñas aplicaciones o automatizaciones que sumadas generan gran impacto.

En este tercer trimestre de 2022, queda claro que Low-Code y Citizen Development no son modas pasajeras, sino una nueva forma de trabajar. Estamos viendo un cambio de paradigma donde “todos pueden ser desarrolladores”, al menos en algún grado. Y esto viene muy bien en un entorno donde la demanda de software supera con creces a la capacidad de TI tradicional. Un informe de Gartner indicó que para 2025, el 70% de las nuevas aplicaciones empresariales serán creadas usando tecnologías low-code/no-code, o por personas ajenas a TI​. Es un pronóstico audaz que subraya la magnitud de esta tendencia. La recomendación para las empresas es aprovechar este impulso: identificar a esos power users en cada departamento que puedan ser pioneros, dotarlos de herramientas y formación, y establecer un marco para canalizar sus creaciones. Los resultados pueden ser sorprendentes: soluciones desarrolladas en días donde antes tomaban meses, empleados motivados innovando, y una organización en conjunto más ágil y adaptativa. La automatización se está democratizando, y el poder de transformar procesos ya no reside únicamente en las manos de unos pocos programadores, sino que se extiende a muchos profesionales que antes solo eran usuarios pasivos de la tecnología. Esa democratización, bien gestionada, puede convertirse en una ventaja competitiva importante en los próximos años.

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